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viernes, 29 de junio de 2007

TRATADO DE UNIDAD

Muhyi-d-din Ibn 'Arabî
TRATADO DE LA UNIDAD
(risalatul ahadiyah)
Traducción de Roberto Pla según la edición francesa aparecida en la revista "Être", primer trimestre de 1977, traducida del árabe por Abdul-Hadi. Málaga, Ed. Sirio, 1987.
¡En el nombre de Allâh, el Clemente, el Misericordioso! ¡Nosotros imploramos su ayuda!
¡Gloria a Allâh, ante cuya Unidad no hay nada anterior, si no es Él, que es el Primero! ¡Gloria a Allâh, después de cuya Singularidad no hay un después, si no es Él, que es el Siguiente!
Con relación a Él no hay antes, ni después; ni alto ni bajo; ni cerca, ni lejos, ni cómo, ni qué, ni donde, ni estado, ni sucesión de instantes, ni tiempo, ni espacio, ni ser. Él es tal como es. Él es el Único sin necesidad de la Unidad. Él es lo singular sin necesidad de la Singularidad.
Él no está compuesto de nombre, ni de denominado, porque Él es el nombre y el denominado. No hay nombre salvo Él. No hay denominado salvo Él. Por ello se dice que Él es el nombre y el denominado.
Él es el Primero sin anterioridad. Él es el Último sin posterioridad. Él es Evidente sin exterioridad. Él es Oculto sin interioridad. Porque no hay anterior, ni posterior; no hay exterior, ni interior, sino Él.
Es necesario comprender este Misterio para no caer en el error de los que creen en las encarnaciones de la divinidad. Él no está en ninguna cosa y ninguna cosa está en Él. Es preciso conocerle pero no por la ciencia, la inteligencia, la imaginación, la sagacidad, los sentidos, la visión exterior, la visión interior, la comprensión o el razonamiento.
Nadie, salvo Él mismo, puede verle. Nadie, salvo Él mismo, puede asirle. Nadie, salvo Él mismo, puede conocerle. Nadie distinto de Él puede ocultarle. Él se ve y se conoce a Sí mismo. Su velo impenetrable es su propia Unidad. Él mismo es su propio velo. Su velo es su propia existencia. Su Unicidad le vela de forma inexplicable.
Nadie le ha visto, le ve, o podrá verle jamás. Ningún profeta enviado ni ningún santo perfecto o ángel se le aproxima. Su Profeta es Él. Su mensajero es Él. Su mensaje es Él. Su Palabra es Él. Él ha mandado su Ipseidad con Él mismo, de Él mismo y hacia Él mismo, sin ningún intermediario o causalidad exterior a Él mismo. Ninguna diferencia de tiempo, espacio o naturaleza hay entre El que envía el mensaje, el mensaje y el destinatario del mensaje.
Su existencia está únicamente en los textos de la profecía. Sin embargo, sólo Él existe y no puede dejar de existir puesto que jamás vino a la existencia. Por eso ha dicho el Profeta: "Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor". También ha dicho: "Yo conozco a mi Señor, por mi Señor". El Profeta de Allâh ha querido hacerte comprender que tú no eres tú, sino Él: Él y no tú; que Él no cabe en ti y tú no cabes en Él; que Él no sale de ti y tú no sales de Él.
Lo que quiero decir es que tú no eres, o posees tal o cual cualidad, que no existes y que no existirás jamás, ni por ti mismo, ni por Él, en Él o con Él. Tu no puedes cesar de ser, porque no eres. Tú eres Él y Él es tú, sin ninguna dependencia o casualidad. Si alcanzas a reconocer en tu existencia esta cualidad de la nada, entonces conoces a Allâh, En otro caso, no.
La mayor parte de los iniciados dicen que la Gnosis, o Conocimiento de Allâh, viene a continuación de la extinción (fanâ) de la existencia y de la extinción de esta extinción (fanâ el-fanâ'i). Pero esta opinión es falsa, pues parte de un error manifiesto. La Gnosis no exige la extinción de la existencia y la extinción de esta extinción, sencillamente porque las cosas no tienen ninguna existencia y lo que no existe no puede dejar de existir. Decir que una cosa ha dejado de existir, que no existe ya, equivale a afirmar que ha existido, Pero si conoces el ti-mismo, es decir, si puedes concebir que no existes y que, por tanto, no puedes extinguirte jamás, entonces conoces a Allâh. En otro caso, no.
Atribuir la Gnosis a la extinción (fanâ) y a la extinción de la extinción (fanâ el-fanâ'i) es un credo idólatra. Si atribuyes la Gnosis a fanâ y a fanâ el-fanâ'i, pretendes que algo distinto de Allâh puede gozar de existencia. Esto es negarle y entonces eres formalmente culpable de idolatría. El Profeta ha dicho: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su señor". Si se afirma la existencia de algo distinto no se debe hablar de su extinción, porque no se puede hablar de la extinción de aquello que hay que afirmar.
Tu existencia es nada y "nada" no es añadido a alguna cosa, temporal o no. El Profeta ha dicho: "Tú no existes ahora y tampoco existías antes de la creación del mundo". La palabra "ahora" significa, como presente absoluto, la eternidad sin comienzo y sin fin, Pero Allâh es la existencia de la eternidad sin comienzo, y de la eternidad sin fin, tanto como de la preexistencia, Estos tres aspectos de la eternidad son Él, Allâh es la existencia de estos tres aspectos de la eternidad sin que Él deje, por eso, de ser absoluto. Si Él no fuera así, su Soledad no existiría. Él no carecería de compañero. Pero es de necesidad racional, dogmática y teológica que Él no tenga pareja posible. Su pareja sería aquel que existiera por sí mismo y no por la existencia de Allâh, y sería, consecuentemente, un segundo Señor Allâh, lo que es imposible. Allâh no tiene pareja, ni en semejanza ni en equivalencia.
Aquel que ve una cosa con Allâh, de Allâh o en Allâh, haciéndola independiente de Allâh, por su propio Señorío, convierte esta cosa en pareja de Allâh, independiente de Él, por el Señorío. Aquel que pretende que una cosa pueda existir con Allâh -poco importa que esta cosa exista por ella misma o por Él- y que ella misma extingue su existencia, o la extinción de su existencia -un hombre tal, digo yo-, está lejos de tener la menor percepción de conocimiento de sí mismo. Porque aquel que pretende que algo distinto de Él puede existir -poco importa que sea por sí mismo, o por Él o en Él-, que puede desaparecer y extinguirse, que puede extinguirse la extinción también, etc., etc., tal hombre entra en un círculo vicioso. Todo esto es idolatría y nada tiene que ver con la Gnosis. Tal hombre es idólatra y no conoce nada de Allâh, ni de sí mismo.
Si se pregunta por qué medio se llega a conocer el sí-mismo, es decir, el "proprium", el alma, y a conocer a Allâh, la respuesta es: La vía hacia estos dos conocimientos está indicada con estas palabras: "Allâh es y la nada con Él. Él es ahora tal como era". Si alguno dice: "Yo veo mi alma, -mi "proprium", mi mí-mismo- distinta de Allâh y no veo que Allâh sea mi alma", la respuesta es: El Profeta expresa con el término "alma", el "proprium" o "ti-mismo", y no el elemento psíquico de tu existencia particular, que se llama a veces "alma imperiosa", o "aquella que tiende irresistiblemente al mal", o "el alma que reprocha" o "el alma aquietada", etc. El Profeta ha dicho también: "Hazme ver. ¡Oh Allâh!, las cosas tal como son", designando por "las cosas" todo lo que no es Allâh -¡que Él sea exaltado!-.
Con esto el Profeta ha querido decir: "Hazme conocer lo que no eres Tú, a fin de que sepa yo, a fin de que conozca yo, la verdad sobre las cosas, si ellas son Tú, o distintas de Ti. ¿Carecen ellas de comienzo y de fin, o bien han sido creadas y han de desaparecer?". Entonces Allâh le permitió ver que todo lo que no es Él, incluyendo el "sí-mismo" del hombre, no tiene ninguna existencia. Y vio las cosas tal como son: quiero decir que vio que las cosas son la "quididad" de Allâh fuera del tiempo, del espacio y de todo atributo.
El término "las cosas" puede aplicarse al alma, o no importa a qué otra cosa. La existencia del alma y de las cosas se identifican ambas en la idea general de "cosa", por lo que quien conoce su alma, su sí-mismo, conoce al Señor. Aquello que tú crees ser distinto de Allâh, no es sino Allâh, pero tú no lo sabes. Tú Le ves y no sabes que Le ves. Desde el momento en que este misterio haya sido desvelado a tus ojos --que no eres distinto de Allâh-- sabrás cuál es el fin de ti mismo, que no tiene necesidad de anonadarte, que jamás has dejado de ser y que no dejarás jamás de existir..., jamás, como ya lo hemos explicado.
Todos los atributos de Allâh son tus atributos. Verás que tu exterior es el Suyo, que tu interior es el Suyo, que tu comienzo es el Suyo y que tu fin es el Suyo. Y eso, incontestablemente, sin duda alguna. Verás que tus cualidades son las Suyas y que tu naturaleza íntima es la suya. Y eso sin que te conviertas en Él, o que Él se convierta en ti, sin transformación, sin disminución o aumento alguno.
"Todo muerto salva Su Faz", en el exterior y en el interior. Esto quiere decir que no existe nada distinto de Él, que algo distinto de Él no tiene existencia. Por eso lo que parece distinto de Él será necesariamente perdido, pues lo que queda es Su Faz. Dicho de otra manera: Nada hay permanente salvo Su faz.
Un ejemplo: un hombre ignora alguna cosa y después la aprende. Con esto no es su existencia lo que se acaba, sino su ignorancia. Su existencia continúa porque no ha sido canjeada por la de otro. La existencia del sabio no se ha venido a sumar a la del ignorante, ni se ha producido ninguna mezcla de las dos existencias individuales. Sólo la ignorancia ha sido eliminada. No pienses, por tanto, que es necesario acabar con tu existencia, porque entonces te envuelves en tu propia extinción y te conviertes, por así decirlo, en el velo de Allâh. Como este velo es distinto de Allâh, se sigue que algo distinto de Allâh puede vencerle reposando sus miradas en Él, lo que es un error y una grave mentira.
Hemos dicho más arriba que la Unicidad y la Singularidad son los únicos velos de Allâh. Por eso está permitido al "Wâçil", esto es, al que ha alcanzado la Realidad, decir: "Gloria a mi, pues mi excelsitud es grande". Tal "Wâçil" no ha llegado a un grado tan sublime antes de haber visto que sus atributos son los atributos de Allâh, y que su ser íntimo es el ser íntimo de Allâh, sin ninguna transformación de atributos o transustanciación del ser íntimo; sin ninguna entrada en Allâh, o salida de Él. Tal "Wâçil" ve que no se apaga en Allâh, que no persiste con Allâh, que su alma, es decir, su "proprium", no existe del todo, como había existido hasta entonces, pues al apagarse no queda alma, ni existencia salvo la Suya.
El Profeta ha dicho: "No insultéis al Siglo, porque es Allâh". Con estas palabras ha querido decir que la existencia del Siglo es la existencia de Allâh --¡que Él sea glorificado y magnificado!--. Él es demasiado elevado para tener un compañero, un semejante o un equivalente cualquiera. El Profeta dijo, según una tradición: "Allâh dice: Servidor mío: He estado enfermo y no me has visitado. He tenido hambre y no me has dado de comer. Te he pedido limosna y me la has negado". Con esto ha querido decir que Él era el enfermo y el mendicante. Y si el enfermo y el mendicante pueden ser Él, también tú y todas las cosas de la creación, accidentales o sustanciales, pueden ser Él. Cuando se descubre el enigma de un sólo átomo, se puede ver el misterio de toda la creación, tanto interior como exterior.
Verás que no es que Allâh haya creado todas las cosas, sino que tanto en el mundo invisible como en el visible no hay más que Él, porque en ninguno de los dos mundos hay un sólo punto de existencia propia. Verás que Él no es solamente Su Nombre, sino que Él es el nombre y lo que se nombra, así como la existencia de ambos. Verás que no es que Él haya creado todas las cosas de una sola vez, sino que "Él es el Creador Sublime y de todos los días", por la expansión y ocultación de Su existencia y de Sus atributos. Más allá de toda condición inteligible.
"Porque Él es el Primero y el Último, lo Exterior y lo Interior.
Él aparece en Su unidad y se esconde en Su singularidad.
Él es el Primero por Su "perseidad".
Él es el Último por Su eterna permanencia.
Él es la existencia de lo Primero y de lo Último,
de lo Exterior y lo Interior.
Él es Su nombre y lo que es nombrado".
Como su existencia es fatal, lógica y dogmática, igualmente es fatal la no existencia de algo distinto de Él. Lo que imaginamos que es distinto de Él no es en el fondo más que una bi-existencia, pues la existencia de Él significa que no existe una bi-existencia que sería su semejante. No hay nada distinto de Él, porque Él está exento de que lo distinto de Él sea distinto de Él. Aquello que es distinto es también Él, sin ninguna diferencia interior o exterior. Lo que es de este modo posee atributos sin número ni fin.
Lo que es así calificado, posee innumerables atributos. Lo que muere, en el sentido propio de la palabra, se separa de todos los atributos, sean éstos loables o reprensibles. De igual manera, lo que muere, en el sentido figurado, se separa de todos sus atributos, sean éstos loables o reprensibles. Allâh -¡Que Él sea bendito y exaltado!-, está en su lugar en todas las circunstancias. La "naturaleza íntima" de Allâh está en la "naturaleza íntima"; los atributos de Allâh están en sus "atributos". Por eso el Profeta -¡Que Allâh le ayude y salve!- ha dicho: "Morid antes de morir", es decir: "Conoceos a vosotros mismos (vuestra alma, vuestro "propium") antes de morir".
También ha dicho el Profeta: "Allâh dice: mi adorador no cesa de aproximarse a mí por sus obras abundantes hasta que Yo le amo. Y cuando Yo le amo, soy Su oído, Su vista, Su lengua, Su mano, etc...". El Profeta quiere decir: el que aniquila su alma --su "proprium"--, es decir, el que se conoce, ve que toda su existencia es Su existencia. No ve ningún cambio en su "naturaleza íntima" o en sus atributos. No ve ninguna necesidad de que sus atributos se conviertan en los Suyos, porque ha comprendido que su propia "naturaleza íntima" no es él mismo y que hasta entonces había ignorado su "proprium", o sea, lo que Él es verdaderamente, en lo profundo.
Cuando hayas conocido lo que es verdaderamente tu "proprium", te habrás desembarazado de tu dualismo y sabrás que no eres distinto de Allâh. Mientras tengas una existencia independiente, una existencia "distinta de Allâh", no conseguirás apagar, esto es, conocer tu "proprium". Serás un Señor Dios distinto de Él. ¡Que Allâh sea bendito de manera que no haya un Señor Dios distinto de Él!
El interés del conocimiento del "proprium" consiste en que obtienes la certidumbre absoluta de que tu existencia no es ni una realidad ni una "nadidad", sino que tú no eres, no has sido y no serás jamás. Comprenderás claramente el sentido de la fórmula: "No hay Dios si éste no es el Dios" ("Lâ ilaha ill'Allah"), es decir, no hay un Dios distinto de Él, no hay existencia distinta de Él, no hay un "distinto" distinto de Él y no hay Dios si éste no es Él.
Si alguien objeta: "Tú has abolido su Señorío", yo respondo: No he abolido su Señorío, porque Él no cesa de ser un Señor magnificiente, ni cesa de ser adorador magnificado. Él no cesa de ser Creador, ni cesa de ser creado. Él es ahora tal como era. Sus títulos de Creador, o de Señor magnificante, no están condicionados por la existencia de una cosa creada, o de un adorador magnificado. Antes de la creación de las cosas creadas, Él poseía todos sus atributos. Él es ahora tal como era.
No hay ninguna diferencia, en su Unidad, entre la creación y la preexistencia. Su título del Exterior implica la creación de las cosas y su título de lo Oculto o Interior implica la preexistencia. Su interior y Su exterior (Su expansión, Su evidencia) son como Su exterior y Su interior; Su primero y Su último son como Su último y Su primero. El todo es único y lo único es todo. Él es cualificado: "Todos los días está Él en el estado de Creador Sublime; nadie distinto de Él está con Él. Él es ahora tal como era".
En realidad, lo distinto de Él no existe. "Tal como era", eternamente, "todos los días en el estado de Creador Sublime". No hay ninguna cosa con Él y ningún día de creación, como no hay en la preexistencia ninguna cosa, ni ningún día, porque la existencia de las cosas, o su nada, es todo uno. Si no fuera así, Él habría necesitado la creación de alguna cosa nueva que no estuviera comprendida en su Unicidad, lo cual sería absurdo. Su título de Único le hace demasiado glorioso para que una suposición semejante fuera verdadera.
Cuando puedes ver tu "proprium", así cualificado, sin combinar la Existencia Suprema con un Adversario, compañero, equivalente o asociado cualquiera, entonces le conoces tal como es, es decir, le conoces realmente. Por eso el Profeta ha dicho: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor". No ha dicho: "Quien extingue su sí-mismo, su "proprium", conoce a su Señor", porque Él "sabe" y "vive" que ninguna cosa es distinta de Él y por eso dice a continuación que el conocimiento de sí-mismo es la Gnosis, o sea, el Conocimiento de Allâh. Has de conocer lo que es tu "proprium", es decir, tu existencia; has de conocer que en el fondo tú no eres tú, pero tú no lo sabes.
Has de saber que lo que tú llamas tu existencia, no es en realidad ni tu existencia ni tu no existencia. Has de saber que tú no eres existente, ni eres la nada, que no eres distinto de ser existente, ni distinto de la nada. Tu existencia y tu "nadidad" constituyen Su Existencia absoluta, aquella que no puede ni debe discutirse si Es o no Es.
La sustancia de tu ser o de tu nada es Su Existencia. Cuando veas que las cosas no son distintas de tu existencia y de la Suya y cuando puedas ver que la sustancia de Su Ser es tu ser y tu nada en las cosas, sin ver nada que sea con Él o en Él, entonces significa que conoces tu alma, tu "proprium". Cuando se conoce el sí-mismo de tal manera, allí está la Gnosis, el conocimiento de Allâh, más allá de todo error, duda o combinación de algo temporal con la eternidad, sin ver en la eternidad, por ella o junto a ella, otra cosa que la eternidad.
Si alguno pregunta: "¿Cómo se opera la Unión, puesto que afirmas que sólo Él es? Una cosa que es única no puede unirse más que con ella misma". La respuesta es: En realidad, no hay unión ni separación, como no hay alejamiento ni aproximación. Se puede hablar de unión entre dos o más y no cuando se trata de una cosa única. La idea de unión o de llegada comporta necesariamente la existencia de dos cosas al menos, análogas o no. Si son análogas, son semejantes. Si no son análogas, forman oposición. Pero Allâh --¡que Él sea exaltado!-- está exento de toda semejanza, así como de todo rival, contraste u oposición. Lo que se llama ordinariamente "unión", proximidad o alejamiento, no son tales cosas en el sentido propio de la palabra. Hay unión sin unificación, aproximación sin proximidad y alejamiento sin idea alguna de distancia.
Si alguno pregunta: "¿Qué es la fusión sin la fusión, la proximidad sin proximidad o el alejamiento sin alejamiento?". La respuesta es: Quiero decir que en el estado que llamas "proximidad" no eres distinto de Él -¡que Él sea exaltado!-. Tú no eres distinto de Él, pero no conoces tu "proprium"; no sabes que eres Él y no tú. Cuando llegues a Allâh, es decir, cuando te conoces a ti mismo, "sin la literatura acerca del conocimiento", conocerás que eres Él y que no sabrás en adelante si eres Él o no. Cuando el conocimiento te haya llegado, sabrás que has conocido a Allâh por Allâh y no por ti mismo.
Tomemos un ejemplo: Supongamos que no sabes que tu nombre es Mahmûd o que debes ser llamado Mahmûd -porque el verdadero nombre y el que lo lleva son, en realidad, idénticos-. Te imaginas que te llamas Muhammad, mas después de algún tiempo de vivir en el error, terminas por saber que eres Mahmûd y que jamás has sido Muhammad. Tu existencia continua igual, sin verse afectada por el hecho de que el nombre Muhammad ha sido sacado de ti. Lo que ocurre es que has sabido que eres Mahmûd y que jamás fuiste Muhammad. Pero tú no has dejado de ser Muhammad por la extinción de ti mismo, ya que dejar de existir (fanâ) supone la afirmación de una existencia anterior. Mas el que afirma una existencia fuera de Él, le otorga un asociado -¡que Él sea bendito y que Su Nombre sea exaltado!-. En este ejemplo, Mahmûd no ha perdido jamás nada. Muhammad jamás ha "respirado" (nafasa) en Mahmûd, jamás ha entrado en él o salido de él. Igual ocurre con Mahmûd, con relación a Muhammad. Tan pronto como Mahmûd ha conocido que él es Mahmûd y no Muhammad, se ha conocido a sí-mismo, es decir, ha conocido su "proprium" y esto por sí mismo y no por Muhammad. Este último no ha existido jamás y ¿cómo podría informar sobre alguna cosa?
"El que conoce" y "lo que es conocido" son idénticos, e igual ocurre con "el que llega" y "aquel al cual se llega"; "el que ve " y "lo que es visto". Son idénticos, "El que sabe" es Su atributo. "Lo que es sabido" es Su sustancia o "naturaleza íntima". "El que llega" es Su atributo y "aquel que llega" es Su sustancia. Porque la cualidad y el que la posee son idénticos. Tal es la explicación de la fórmula: "Quien se conoce a sí-mismo, conoce a Su Señor". Quien capta los sentidos de esta similitud comprende que no hay unión, fusión o llegada, ni separación; comprende que "el que sabe" es Él y que "el que es sabido" es también Él; que "el que ve" es Él y "lo que es visto" es también Él; que "el que llega" es Él y "aquel al cual se llega" en la unión es también Él. Nadie distinto de Él puede juntarse con Él o llegar a Él. Nadie distinto de Él puede separarse de Él. Aquel que puede comprender esto total y plenamente, está exento de la más grande de las idolatrías.
Muchos de los iniciados que creen conocer su "proprium", así como a Su Señor y que se imaginan escapar así de las ataduras de la existencia, dicen que "la Vía" no es practicable o visible más que por medio de la "extinción de la existencia" y por la "extinción de esta extinción". Dogmatizan así porque no han comprendido la palabra del Profeta -¡"Que Allâh esté sobre Él y le salve!-. Como han querido evitar la idolatría que resulta de la contradicción, han hablado de la "extinción" de la existencia y también de la "extinción de esta extinción" y también de la "destrucción" y de la "desaparición". Pero estas explicaciones caen en la idolatría pura y simple, porque cualquiera que piense que existe algo distinto de Él y que aquello puede apagarse a continuación, o cualquiera que hable de la "extinción de la extinción" de aquella cosa, tal hombre, decimos nosotros, es culpable de idolatría por su afirmación de la existencia presente o pasada de algo distinto de Él. Que Allâh -¡que Su Nombre sea enaltecido!-, les conduzca, y también a nosotros, por el verdadero camino.
Tu piensas que eres,
mas no eres y jamás has existido.
Si fueras, serías el Señor,
el segundo entre dos.
Abandona tal idea,
porque en nada diferís vosotros dos
en cuanto a la existencia.
Él no difiere de ti y tú no difieres de Él;
si por ignorancia piensas que eres
distinto de Él,
quiere decir que tienes una mente
no educada.
Cuando tu ignorancia cesa alcanzas la paz,
porque tu unión es tu separación
y tu separación es tu unión;
tu alejamiento, una aproximación,
y tu aproximación una partida.
Siendo así que te vuelves mejor,
cesa de razonar y comprende
por la Luz de la intuición,
sin la cual te olvidas de Sus rayos.
Guárdate de dar un compañero a Allâh,
porque en tal caso te envileces
con el oprobio de los idólatras.
Si alguno dice: "Pretendes que el conocimiento de tu "proprium" es la Gnosis, es decir, el Conocimiento de Allâh -¡que Su Nombre sea exaltado!-, que el hombre es distinto de Allâh puesto que debe conocer su "proprium". Pero lo que es distinto de Allâh ¿cómo puede conocerle?". La respuesta es: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a Su Señor". La existencia de tal hombre no es la suya, ni la de otro, sino la de Allâh, sin la fusión de dos existencias en una, sin que su existencia entre en Allâh, salga de Él, conviva con Él o resida en Él. Pero Él ve su existencia tal como es.
Nada llega a ser que no haya existido antes y nada deja de existir por destrucción o extinción, o extinción de la extinción. La aniquilación de una cosa implica su existencia anterior. Pretender que una cosa existe por sí misma equivale a creer que esta cosa se ha creado a sí misma, que no debe su existencia al poder de Allâh, lo que es absurdo a los ojos y a los oídos de todos.
Debes observar que el conocimiento que posee el que conoce su "proprium", es el conocimiento que Allâh posee de Su "proprium", de sí-mismo, porque Su "proprium" no es distinto de Él. El Profeta -¡que Allâh esté sobre Él y le salve!- ha querido designar por "proprium" la existencia misma. Cualquiera que llegue a ese estado de alma, en su exterior y en su interior, no es distinto de la existencia de Allâh, de la palabra de Allâh; su acción es la de Allâh y su propósito de conocer su "proprium" es el propósito de la Gnosis, es decir, el Conocimiento de Allâh.
Tú abrigas ese propósito, ves sus actos y tu mirada busca un hombre distinto de Allâh, puesto que tú te ves a ti mismo distinto de Allâh. Mas eso proviene de que no posees el conocimiento de tu "proprium". Pero si "el creyente es el espejo del creyente", entonces ese hombre es Él mismo por su sustancia, o por su ojo, es decir, por su mirada. Su sustancia, o su ojo, es la sustancia, o el ojo de Allâh; su mirada es la mirada de Allâh sin especificación ninguna. Ese hombre no es Él según tu visión, tu ciencia, tu opinión, tu fantasía o tu sueño, sino según Su visión, Su ciencia y Su sueño. Si dice: "Yo soy Allâh", escúchale con atención porque no es Él, sino Allâh mismo quien por su boca pronuncia esas palabras: "Yo soy Allâh". Es evidente que no has alcanzado el mismo grado de despertar espiritual que Él. De otro modo, comprenderías su palabra, dirías lo que él y verías lo que él ve.
Resumamos: La existencia de las cosas es Su existencia sin que las cosas sean. No te dejes engañar por la sutilidad o la ambigüedad de las palabras, de forma que imagines que Allâh ha sido creado. Cierto iniciado ha dicho: "El sufí es eterno", mas él ha hablado así después de que todos los Misterios le fueran revelados y todas las dudas o supersticiones dispersadas. Entretanto, este inconmensurable pensamiento sólo puede convenir a aquel cuya alma se ha convertido en más vasta que los dos mundos. En cuanto a aquel cuya alma aún no ha alcanzado tal grandeza, este pensamiento no es adecuado. Porque en verdad, este pensamiento es más grande que el mundo sensible y el suprasensible, tomados los dos conjuntamente.
En fin, sabe que "el que ve" y "el que es visto"; "el que da la existencia" y "el que existe"; "el que conoce" y "el que es conocido"; "el que crea" y "el que es creado"; "el que comprende" y "el que es comprendido", son todos lo mismo. Él ve Su existencia por Su existencia, la conoce por ella misma y la obtiene por ella misma, sin ninguna especificación fuera de las condiciones o normas ordinarias de la comprensión, de la visión o del saber. Como Su existencia está incondicionada, Su visión de Sí-mismo, Su inteligencia de Sí-mismo y su ciencia de Sí-mismo están igualmente no condicionadas.
Si alguno pregunta: "¿Cómo miras lo que es repulsivo o lo que es atrayente? Si ves, por ejemplo, una inmundicia o una carroña, ¿dices que es Allâh?". La respuesta es: Allâh es sublime y puro y no puede ser esas cosas. Nosotros hablamos con el que no ve una carroña como una carroña o una basura como una basura. Hablamos a los videntes y no a los ciegos. El que no se conoce es un ciego de nacimiento y hasta que no se acabe su ceguera, natural o adquirida, no podrá comprender lo que queremos decir. Nuestra conversación es con Allâh, sólo con Allâh y no con los ciegos de nacimiento. El que ha llegado al grado espiritual que es necesario para comprender, sabe muy bien que nada existe fuera de Allâh. Nuestra conversación es con el que busca con firme intención y perfecta sinceridad obtener el conocimiento de su "proprium", el conocimiento de Allâh -¡que Él sea exaltado!-, y que en su corazón guarda en toda su frescura la "forma" que le mueve a preguntar y desear llegar a Allâh. Nuestro discurso no va dirigido a los que no tienen intención ni finalidad alguna.
Si alguno objeta: "Allâh -¡que Él sea bendito y santo!- ha dicho: las miradas no pueden alcanzarle, pero Él alcanza las miradas. Tú dices lo contrario, ¿dónde está entonces la verdad?". La repuesta es: Todo lo que hemos dicho está conforme con la palabra divina: las palabras no pueden alcanzarle, es decir, nadie, ni las palabras de nadie, pueden alcanzarle. Si dices que hay en lo que existe alguien distinto de Él, debes convenir que ese alguien distinto de Él puede alcanzarle. Pero en estas Sus palabras árabes: "las miradas no pueden alcanzarle", advierte Allâh al creyente que no hay nada distinto de Él. Quiero decir que alguien distinto de Él no puede alcanzarle, porque quien le alcanza es Él, Allâh, Él y ningún otro. Sólo Él alcanza y comprende Su verdadera "naturaleza íntima", no otro. Las miradas no le alcanzan porque son estrictamente Su existencia.
A propósito del que dice que las miradas no pueden alcanzarle porque son creadas y lo creado no puede alcanzar lo increado o eterno, nosotros decimos que quien tal dice no conoce aún su "proprium". No hay nada, absolutamente nada; ni miradas ni ninguna otra cosa, que exista fuera de Él, sino que Él comprende Su propia existencia sin que esta comprensión exista en manera alguna.
He conocido a mi Señor por mi Señor, sin confusión, ni duda.
Mi "naturaleza íntima" es la Suya,
realmente, sin falta ni defecto.
Entre nosotros dos no hay tiempo
y en mi alma el mundo oculto se manifiesta.
Después de haber conocido mi alma
sin mezcla ni desorden,
he llegado a la unión con el objeto de mi amor,
sin largas ni cortas distancias.
He recibido las gracias, sin que nadie a mí descienda,
sin reproches ni motivos.
No he destruido mi alma por Su causa,
ni tengo duración temporal que pueda destruirme.
Si alguno pregunta: "Afirmas la existencia de Allâh y niegas la existencia de cualquier otra cosa además de Él: ¿qué son entonces las cosas que vemos?". La respuesta es: estos discursos se dirigen a los que no ven nada además de Allâh. En cuanto a los que ven cosas fuera de Allâh, no tenemos nada con ellos, ni pregunta, ni respuesta, porque la verdad es que, aunque crean otra cosa, no ven nada más que a Allâh en todo cuanto ven.
El que no conoce a su "proprium" no ve a Allâh, porque no todo recipiente deja filtrar su contenido. Nos hemos extendido ya mucho sobre este tema. Ir más lejos sería inútil, porque el que no ha visto ya no verá, pese a nuestros esfuerzos. No comprenderá y no podrá alcanzar la verdad. El que puede ver, ve, comprende y alcanza la verdad; para el que ha llegado, pero aún no lo sabe, es suficiente une ligera indicación para que a su Luz pueda encontrar el verdadero sendero, caminar por él con toda energía y llegar al fin de su sendero, con la gracia de Allâh.
¡Que Allâh prepare a los que ama y los acoja con palabras, actos, ciencia, inteligencia, luz y verdadera dirección!
¡Él todo lo puede y responde a toda plegaria con la respuesta justa!
¡No hay otro mundo o poder que el de Allâh, el Altísimo, el Inconmensurable!
¡Que Él esté sobre la mejor de sus criaturas, sobre el Profeta y sobre todos los miembros de su familia!

LOS CAMINOS DEL AMOR




"El Amante es Dios, puesto que, en esta morada del amor, ningún átomo se mueve sin el permiso de Dios"

"¡Cuán agradable les has hecho la vida y cuán duraderos son los beneficios que tú les procuras! Tú les has abierto las puertas de los cielos, has hecho marchar en procesión a sus corazones en el Reino Celestial!"

"Sólo con que los siervos( de Dios) dejen penetrar una discontinuidad en el Universo, el Camino de Dios, desaparecería en único beneficio de los demonios que se introducen instantáneamente a través de las brechas abiertas en las filas..."

"Destrúyase el Universo, el Ser verdadero permanecerá ahí, fiel a sí mismo"

Todos los místicos de todas las épocas han enseñado que hay tantos caminos como caminantes. Pero como en la leyenda del Grial, sólo a unos pocos les es dado vivir esta aventura espiritual que encadena las vivencias de un modo tan misterioso, "eléctrico" y definitivo.

En textos tibetanos- los libros del Dzyan-, se habla de estas sendas como las Sendas de la Felicidad, siete en número. Para cada alma, la estrella o Dios interior tiende un rayo de luz que se proyecta sobre la tierra en la que dicha alma está de pie: esta es la senda. Pero así como la luna traza infinitas estelas de plata sobre el mar, tantas como ojos que miran, para cada buscador la senda es una: desciende como un rayo de luz y se proyecta en el karma de cada uno, dándole un sentido, una teleología; estructurándolo en forma de escalera interior; pues "UN SOLO SER NO PUEDE AMAR MÁS QUE UN SOLO Y UNICO PRINCIPIO". Capitanes intrépidos encuentran esta senda interior a través de la Voluntad, el dominio de sí, la conquista exterior e interior. Filósofos e ideólogos a través de aquello que inspira, da luz y consistencia a sus creaciones mentales. Almas devocionales, en aquello que da pureza a sus sentimientos y temple a su lealtad. El filósofo que es motivo de nuestro breve estudio, encontró y recorrió la senda que lleva al Dios del Amor, Alma de las religiones. Como un mar de sabiduría y amor se presenta este inagotable depósito que nutre las almas de todos los amantes. Porque como muy bien explica Ibn Arabí, es Amor el que ama y el que es amado. Esta senda mística, caminada por los "pocos sabios que en el mundo han sido" no es fácil, pero es la que permite sumirse en la Morada del Amor, el corazón que renueva la esperanza en las almas de los creyentes.¿Quién, sin caminar por esta senda tan estrecha como el filo de una navaja podría decir con Ibn Arabí:

"Mi corazón se ha hecho capaz de adoptar todas las formas.
Es pasto de gacelas y convento de monjes cristianos:
Templo de ídolos, Kaaba de los peregrinos,
Tablas de la ley judía y el libro del Corán
Yo vivo en la religión del amor, dondequiera que se vuelvan sus cabalgaduras, ahí está mi religión y mi fe"

La obra escrita de este sabio murciano es colosal. Sólo el Futuhat, su obra maestra y última, llena más de cuatromil páginas. Cientos de libros le preceden. Casi todas sus obras están escritas, dice Ibn Arabí, por designio divino y no son aproximaciones, sino tratados definitivos sobre el tema que abordan. El título completo del Futuhat es "Libro de las conquistas espirituales de la Meca relativo al conocimiento del Rey y del Reino".

Es en esta obra que aparece su Tratado del Amor, una conquista de los secretos del Amor y de las sendas que llevan a Dios, el Amante y Amado verdaderos.Toda la vida aparece como un juego de espejismos donde están grabados los Nombres de Dios que trazan la senda hacia él. La vida es una ilusión más o menos luminosa según refleje más o menos el esplendor de Dios. Se trata del antiguo concepto oriental de la Divinidad Desconocida, y la Naturaleza, Maya, como un velo que la envuelve.

"El sediento tiene la impresión de que el espejismo es el agua, ante la necesidad que tiene de apagar su sed sin la cual no se preocuparía por el agua que se convierte en el objeto de su necesidad y de su salvaguarda. Porque el agua es el móvil de su búsqueda y de su amor a causa del secreto de la vida que en él está contenido. Pero cuando llega allí donde creía saborear el agua, no encuentra nada excepto a Dios mismo en lugar del agua. El designio del sediento era el agua sensible, mientras que el de Dios tenía como objeto conducirlo a Él por este medio ilusorio sin que se diera cuenta"

Es para las almas amantes amor quien traza la senda. Los seres existen porque son amados; si no, sumergeríanse en la nada. Amor es la luz que despierta a la vida. Por esto los griegos lo eligieron en su primera tríada de Dioses: En la Teogonía de Hesíodo, del seno del Caos, como una flecha de fuego surge Eros, el impulso primero. Aquello que mueve al amante- no el deseo, que es freno del verdadero amor- es una imagen del primer movimiento, de la primera actividad.

Cuando Ibn Arabí enumera los nombres o estados por los que se reconoce al Amante, vuelve sobre la misma imagen. Si en los himnos órficos Eros es una antorcha errante, también para Ibn Arabí "el estado del amante es ser móvil como el pájaro" . Como tea encendida ilumina y crea, y prendida la llama sigue adelante. "No hay día en que el amante no alce su vuelo en sí de una obra a otra con vivacidad". Al principio el amante cree que los Nombres- dice Ibn Arabí, leámoslo como Arquetipos- de las criaturas son como los nidos donde ellos viven; pero luego se da cuenta que no; que en realidad los Nombres son Nombres de Dios. Es decir, que aquello que uno ama son facetas y brillos en el Gran Diamante que es Dios.Y el amante se convierte en un ave que en vuelo rápido se aparta del nido, después de dar vueltas en torno al Nombre que consideraba como propio.

Ibn Arabí describe el estado del amante como el que está siempre en marcha hacia Dios mediante sus Nombres. Dios se manifestará al amante tanto en los nombres de las criaturas como en los Nombres Divinos perfectos.

El fuego que brilla en los ojos del Amante es Dios. Y la serena profundidad, como mar en calma que llama y seduce, en los ojos del amado es también Dios. Y amor el bogar de este fuego.

En la Edad Media en que la tónica de la mística fue la enajenación divina- sea en el Cristianismo o en el Islam- "El Estado del Amante es desaparecer bajo el efecto de una afirmación del Amado: (...) ES DIOS MISMO EL QUE AFIRMA". En la Antigüedad clásica griega y romana prima la amistad de las almas y el

arrebato es de los ojos que se miran en los ojos, alma a alma, luz a luz. Mani, el fundador de la religión del Arte, tampoco especularía sobre "Aquello de lo que nada se puede hablar", lo Desconocido. El amor, pura mística, guía en el sendero y aparece- así lo llama él- como Gemelo Luminoso. Pero ya sea en el rapto que enajena de Ibn Arabí, en el amor gentil de paganos o en el amor cortés medieval los enunciados son siempre los mismos. Estudiando cualquiera de ellos podemos comprender los otros ¿pues no son las mismas las Leyes de Amor?.

Quizás sea más viril cabalgar por las llanuras sin fin de la mancha con Dulcinea como una imagen luminosa y perpetua, al lado, y combatir en su nombre contra genios y endragos; que atravesar el desierto pronunciando el nombre de Dios, y dar sabiduría y luz a cuantos se acerquen, obedeciendo, sumisos, la orden del cielo. Pero allá de las apariencias, el estandarte de Amor ondea con fuerza en ambos.

Fijémonos en el Quijote, en su divina locura, y aparecerán ante nuestra mirada todos los atributos o nombres del Amante que está ya cerca de Dios, tal y como los describe Ibn Arabí. Y aunque nuestro héroe español afirmase que su complexión era la de Marte, los clásicos afirmaban que donde está Marte está Venus como aureola de luz; y donde está Venus está Marte como encendido amor .Marte presupone a Venus. Venus presupone a Marte. El Quijote es el ojo rojo de Marte, juramentado a la destrucción del mal y las formas diabólicas que emponzoñan el aire; y Dulcinea el rocío de belleza y bondad que sobre él desciende.

Donde Ibn Arabí afirma que "El espíritu es luz y la materia tinieblas" y que el estado del amante es ser muerto. Cervantes afirma en su héroe: "Yo voy caminando por un mundo de hierro para convertirlo en un mundo de oro". Es lo mismo, en un lenguaje filosófico o en un lenguaje marcial.

Ibn Arabí habla de la divina locura del amante, que no puede evaluar ya la justa medida de las cosas de este bajo mundo. No puede hallar su justo valor y se sale del marco de la obligación legal. Y Cervantes habla del héroe que desafía la Santa Hermandad; para liberar a unos encadenados de Sierra Morena; porque según la ley de los cielos no era tanto el error para tanta sanción.

Como ya dijimos, en Ibn Arabí, el estado del Amante es el de estar siempre en marcha hacia Dios a través de sus nombres. Y en el Quijote, es heroicidad hacer retroceder horizontes, batalla a batalla, proeza a proeza. Quizás hasta que en el ocaso del Sol- ensangrentado sin duda en la Mancha, en España- ilumine Véspero con su dulce y tierna caricia: sonrisa de Venus.

Donde Ibn Arabí dice que el Amante debe permanecer en vigilia contínua; cómo descansar si se está lejos de aquello que amamos: "El sueño lejos de ti me está negado, ¿cómo se puede dormir separado del amado?". El Quijote afirma que no le es lícito dormir, y cuando todo duerme, el vela; los enamorados no duermen, sueñan con los ojos abiertos. Es la tristeza la del amante en Ibn Arabí, tristeza continua y serena, de aquél cuyo lema es, según Ibn Arabí: "¡No han valorado a Dios en su justo valor!". Y esta tristeza da también nombre a nuestro Caballero: "Caballero de la Triste Figura".

Y es del Quijote el estado del amante que Ibn Arabí describe como "sobrepasar toda medida en el comportamiento"; porque no se preocupa el enamorado en meditar sobre la gestión del mundo y porque tiene la imaginación desbordada. Son también del Quijote los suspiros de amor y aprobar sólo lo que agrada al amado. Porque según enseña Ibn Arabi entre Amante y Amado sólo se encuentra el velo de aquello que nace y que muere y es amor quien debe rasgarlo.

Y la conciencia de que la realidad del amado es de una importancia que infinitamente excede a la propia: Cómo sumergirse si no en las lejanías del amado. También la obediencia, pues, como dice Ibn Arabí, "Si amas verdaderamente, obedecerás; pues el Amante se adapta a aquel que ama". Una obediencia total, pero viva, no como la de una piedra, pues las piedras no caminan, y lo que se quiere es unirse al amado. Qué es más, hacerse más y más grande, adquiriendo gloria y renombre y conquistando un mundo ofrecerlo a la Amada- esta es la mística del Quijote. O cada vez más pequeño, hasta ser un átomo , no más , que danza feliz en el seno de Amor. Esta es la llave de la verdadera humildad. Humilde es el que se hace pequeño para dar cabida a los otros en la corriente de la Vida, el que nada guarda sino que todo lo da. Y es ésta la que elije Ibn Arabí cuando explica que "una de las posibilidades más extraordinarias que se manifiesta en la Existencia universal es la capacidad de contenido del corazón" y cuando menciona el "deterioro" como uno de los estados de los amantes. Es la imagen del que se va deteriorando en salud y vitalidad; y que tánto se relaciona con los seres divinos y su luz, que vive en el Amor "como el punto imaginario que sólo tiene existencia en lo ilusorio" Ibn Arabí lo relaciona con una visión profética en que vio cómo el Ángel de la Muerte se volvía más y más pequeño en su corazón hasta desaparecer en la corriente de la Vida, como burbuja que muere.

Claro, el problema es el Hombre. Entendiendo qué es el Hombre, entenderíamos también cual es su senda, su senda de amor. Para Ibn Arabí, el Hombre es el eje del mundo, su síntesis, y el Mundo es la belleza de Dios. "El Mundo Creado por Dios es perfecta economía y según los principios de la perfección" la forma del Hombre es la Forma de Dios, lo que distingue a Angeles y Hombres es que los hombres pueden crear, llamar a la actividad a los seres a través del nombre y del número. "Dios favoreció al Hombre perfecto con la ciencia de los nombres. En virtud de esta dignidad y de este grado es más excelente que el ángel. ¡Esta es la elección que Dios ha confiado al hombre (...) Dios dio estos nombres a Adán de un Tesoro depositado bajo el Trono, y los ángeles no lo supieron (...) Dios confirió a Adán todos los nombres sin excepción, de forma que éste lo glorificó con cada nombre divino que le correspondía". Cruciales son los caminos del Amor para Ibn Arabí: los que pasan a través de los nombres de la Naturaleza para llegar a los Nombres de Dios. Cada elemento de la Naturaleza es un símbolo de un Nombre de Dios. El enamorado percibe en su amada el misterio del mar, o el psiquico y denso fulgor de la luna, en su belleza la estrella. Sus gestos los ve como la brisa que mueve las hojas del árbol, y su sonrisa es el amanecer. Y canta su risa como un arpa que mueven los dedos del viento. Se asemeja su voz al rumor del riachuelo en la monaña. ¿Y qué ama aquí el Amante? Ama la naturaleza cuyas imágenes él puede nombrar, y ve más clara y puras aún en su amada. ¡Y los ama en ella que es un alma hermana!, ¡otro misterio, y más grande aún!. Y pronto aprenderá que estos símbolos naturales invocan a los nombres de Dios, y aprenderá a amar; en su Amada, en sus hermanos, o en el espejo de la naturaleza; la Paz, la Bondad, la Medida, el Poder, la Serenidad... todos los Nombres de Dios que son nombres del Ser de la Amada. Y como "un solo ser no puede amar en verdad mas que un solo y único principio" , todas estas veredas que conducen al Dios del Amor, se convierten en un solo camino. El de la estela que el amante deja a su paso. Como se funde su esperanza con la luz que proyecta su estrella, su Nombre de Dios. Puede llamar con todos los Nombres a Dios, todos viven en él y sin embargo, sólo en uno de ellos puede entrar en su seno. Tal es el destino del Hombre, las sendas le aguardan.

Carlos Montesinos